Vino Blanco vs. Tinto

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A primera vista, el vino puede parecer solo un complemento de la comida, una bebida que elijes basándote en el color: tinto o blanco. Pero, ahonda un poco más y descubrirás que la elección trasciende ampliamente el simple tono que destella en tu copa. Adentrarse en el mundo del vino es sumergirse en un océano de tradiciones, historias, arte y ciencia.

Imagínate sentado en un bistró parisino al mejor estilo foodie. El sol del atardecer entra por las ventanas desgastadas, bañando las botellas alineadas en tonos dorados y matices rubí. Las conversaciones circundantes se convierten en un zumbido mientras te concentras en la copa frente a ti, observando cómo el líquido danza con cada movimiento.

Los vinos tintos se presentan con una profundidad cromática que va desde un delicado rosa pálido hasta un intenso púrpura nocturno. Su magia comienza durante el proceso de fermentación, donde las pieles de las uvas permanecen mezcladas con el jugo de uva, regalando no solo su color característico sino también los taninos que, al degustar, provocan una sensación aterciopelada, casi como un abrazo cálido y persistente al paladar. Estos taninos, escondidos en las pieles y semillas de las uvas, son los responsables de permitir que muchos tintos envejezcan adquiriendo complejidades que se transforman con el paso de los años.

Por otro lado, los vinos blancos son el epítome de la frescura. Son ese refrescante chapuzón en un lago cristalino tras una larga caminata bajo el sol de verano. Estos vinos se fermentan sin sus pieles, lo que resulta en una apariencia clara y un paladar generalmente más ligero. Sus notas suelen ser vivaces y afrutadas, transportándonos desde un huerto de manzanas verdes hasta un campo lleno de cítricos y frutas tropicales.

Desde la perspectiva académica, la fermentación de los tintos con sus pieles no solo les otorga su paleta de colores y taninos, sino que también los enriquece con otras características, por ejemplo los antioxidantes como el resveratrol. Este compuesto, muy presente en uvas como la Pinot Noir, ha sido objeto de estudio por sus potenciales beneficios para la salud del corazón.

Pero más allá de la técnica y la ciencia, el vino es emoción y experiencia. Es un viaje que nos lleva desde un viñedo bañado por el sol matutino, a una bodega donde las barricas guardan secretos ancestrales. Es la pasión de un enólogo compartiendo historias de cosechas pasadas y la esperanza de las futuras.

Entonces, cuando te enfrentes a la elección: ¿rojo o blanco? Recuerda que detrás de esa simple decisión hay un mundo rico en historia, tradición, arte y ciencia esperando ser descubierto. Y como bien apuntaría Bourdain, "Tu cuerpo no es un templo, es un parque de diversiones. Disfruta del viaje". Y en este viaje por la vida, el vino, ya sea tinto o blanco, es un acompañante inigualable.

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